lunes, 22 de diciembre de 2008

Beso noventaiséis

La paloma (I)

-¡Flaco, flaco!.

Y ahi va el flaco, cierra el ojito derecho, saca la lengua, tensa la liga de la resortera y ¡zaz!, un tiro certero que hace silbar al aire; preciso; justo al centro del pecho de la paloma que cae inerte.

-¡Viva el flacoooo!.

Y el flaco nos mira, desde la superioridad que le da ser el de mayor edad, eterno residente del cuarto año. Finge humildad. Mira despectivo a su presa. Se encoge de hombros.

Ahora camina hacia mí, me extiende la resortera:

-Te toca escritor.
-No sé.
-Es bien fácil, sólo agárrala fuerte.

El flaco me quiere moler, mi ridículo es el epílogo de sus victorias, siempre me escoge a mí para evidenciar con mi torpeza su habilidad.

Tomo la resortera, por un momento al entrar en contacto con ella me siento besado por el optimismo. ¿Y si hoy es mi día?¿Y si algún día puedo matar yo una paloma?

Cierro mi ojo, saco la lengua (ahora soy un mal imitador del flaco) y sale mi tiro . . . La piedra me raspa los dedos y cae al suelo a menos de un metro. Las risas burlonas me taladran.

-Idiotas, es la última vez que juego con ustedes.
-No se me enoje escritor (y el flaco me talla el cabello). Vengan los dos pesitos por las clases escuincles.

La soledad de la calle pintada de luna se traga al flaco.

***

El flaco ya no va a la escuela, "es un vago", sentencia mi padre , "nada más te vea con él y te muelo a palos".

"Lo vi en el kiosco" dice Rovirosa, "dicen que ya no come que sólo fuma", "mi mamá dice que tiene la piel verde" acota una voz en el fondo.

***

El flaco me intercepta a la salida de la escuela

-Hermanito ¿cómo estás? ¡cómo haz crecido ¿eh?!. Hermanito (se limpia la nariz con rudeza) hazme un parito, dame 10 pesares, te juro que te los pago el Lunes.
-No tengo varo flaco, me acabé todo mi domingo.

Los ojos del flaco se llenan de ira.

-Son 10 pesos hermano. Me matan si no me los das. Anda saca que los traes.

Comienza a meter sus manos a mis bolsillos con desesperación.

-¡No tengo!
-¡Mira idiota que si no vas a tu casa y me traes diez pesos te juro que te las ves conmigo!
-¡No te voy a dar nada . . . (las palabras se agolpan en mi garganta) maldito vago ladrón!

El flaco se echa atrás como un animal herido. Me mira con sorpresa. Traga saliva.

-Para que veas que no soy ningún ladrón (su voz se quiebra) te voy a dar una oportunidad de irte sin darme nada.

Saca su resortera y la pone delante de mi cara.

-Mata una paloma y te largas.

Ahora mis manos parecen pinchadas por minúsculos alfileres, la resortera se siente gélida.

No cierro el ojo, sólo la levanto delante de mi cara. Ahora pesa una tonelada. Tomo una piedra y la coloco en posición. Ningún grupo de palomas, nada que parezca un blanco fácil.

-Allá (muje el flaco imperativo).

Minúscula y ágil una paloma se desliza por un cable de luz.

-Ni de milagro le das.

Cierro ambos ojos. Tiro sin ninguna técnica. ¡Zuuuuuuuum! la piedra corta el aire con un chillido agudísimo.

Ahora miro. Del cable desciende en multicolor una nuble de plumas.
El flaco se marcha en silencio sin mirarme.

Me acerco a la paloma en el piso. La piedra le partió el pecho en dos.

Con su último espasmo de vida alza la pata. Trae un papelito atado. Era mensajera.

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