viernes, 26 de septiembre de 2008

Beso ochentaiseis

La actriz.

No era su voluptuosidad casi anacrónica. Tampoco sus ojos profundos como un sueño. Debía ser metafísica, un equilibrio salomónico de cada una de sus imperfecciones, una arquitectura secreta condenada al delirio.

No perdía ninguna de sus películas; siempre rodeado de personas a las que les triplicaba la edad, desilusionado una y otra vez de tramas lineales y vulgares desde la virgen sesentera hasta la cholita, asistía con incendiario fervor a beber su presencia en la pantalla como sorbos de vino dulce.

Reinventor del guión, imaginaba historias sobre su cabello negro, sus curvas de diosa griega, su incógnito sexo.

***

Postrado en la cama del hospital supo que aquellas visiones de ensueño es lo que los otros llamaban libertad.

Era su presencia imaginaria la diferencia entre su vida anterior y la prisión de enfermeras donde ahora se encontraba confinado.

-"Doctor, quiero ir al cine".
-"Primero mejórese Don Mariano y luego va a cualquier lado".
-"Usted no entiende, no quiero ir a cualquier lado, quiero ir al cine".
-"Hay Don Mariano, tómese su medicamento".

***

Escuchó entre sueños la voz del doctor, siniestra y fría platicando con su hija. Los sollozos ahogados de la mujer le hicieron adivinar la verdad.

Afuera la noche, misteriosa y pálida, parecía un telón.

Continuará . . .

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