martes, 13 de mayo de 2008

Beso 68

A los que entregaron su vida para eliminar el terror de la nuestra.

Era demasiado joven como para escoger lo último que quería pensar antes de morir.

Llegó la noche del sacrificio, la gélida caricia de la muerte sumergía el cielo de Tlatelolco.

Mudos y oscuros los enormes edificios parecían dioses hambrientos de una ofrenda sanguínea.

Con las manos en la cabeza y la cara recargada sobre una pared decidió regalar su último minuto al recuerdo de sus labios.

Ella lloraría , seguro que lloraría, pero moriría algún año remoto, rodeada de nietos y recuerdos.

Alzó los ojos, la noche parecía menos siniestra.

La bayoneta en su costado se sintió fría fría...

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